Últimamente
hemos oído muchas veces la palabra ánimo vinculada a nuestra congregación. “Hay
que tener ánimo”, “hay que hacer cosas que animen” o “estamos desanimados”. Y lo
curioso es que estas apelaciones al ánimo vienen de dentro y de fuera de la
congregación. El ánimo
es muy útil. Es necesario que se llene el estadio de gente animando para presenciar un
buen evento deportivo. A todos nos va muy bien una palabra de ánimo antes de un
examen. Cuando hay una pérdida, un duelo, los gestos de ánimo son bien
recibidos. Lo mismo para la convalescencia de enfermedades. Pero a
veces no es suficiente con el ánimo. A veces necesitamos un … empujón. En la naturaleza, por ejemplo, un pollo no vuela hasta
que sus padres lo lanzan fuera del nido. Un pato no nada hasta que lo meten en
el agua. Y un enfermo, muchas veces no empieza su fisioterapia, si no le
arrancan de la cama.
En el Nuevo
Testamento hay un especialista en empujar a las iglesias, el apóstol Pablo. Y
la 1ª carta a los Corintios es uno de los más evidentes. Pablo, en esta carta,
empuja hacia una mayor comunión. Y no escatima ningún recurso. Utiliza la
ironía (11,19), la reprensión (11,22), el recordatorio (11,23 – 26) o el
consejo (11,27 – 34). Y es que la falta de comunión ponía en peligro la
existencia de a comunidad en Corinto, con todos sus dones, todos sus
liderazgos, toda su gente, toda su riqueza, etc. Por eso, Pablo, más que
animar, empuja a los corintios a que
sepan que son el cuerpo de Cristo (v.13).
La imagen
del cuerpo es muy interesante, y en el
pasaje que hemos leído Pablo la detalla. El versículo 12 habla de la necesaria
variedad de dones en estos términos; “necesaria”, no bonita ni mejor. Los
versículos 15 y 16 apelan a la autorresponsabilidad, a conocer nuestra posición
en el cuerpo y esforzarnos por desarrollarla. Los versículos 18 al 20 impulsan
a la corresponsabilidad, a cuidar, fomentar, animar la participación de todos.
Finalmente, el versículo 26 nos muestra que todo lo que afecta a un miembro afecta
a los demás, para bien o para mal. Pero, ¿por qué esta comunión es tan
necesaria?; la Biblia nos ofrece dos argumentos: el Salmo 133 nos recuerda que
la comunión es receptáculo de bendición, y en Juan 17,21 nuestro Señor pide por
la unidad de su pueblo para alcanzar a otros con este testimonio de unidad. En
resumen, la comunión es buena para nosotros y atractiva para otros.
La
situación en Corinto era, en resumen, difícil. Había separación social entre
ricos y pobres, había diversos partidos siguiendo a diversos líderes, había
prácticas religiosas distintas, había personas orgullosas por sus dones. Pablo
nos dice que, en este ambiente, lo que celebraban no era la Cena del Señor. No
había auténtica comunión. Ésta se hallaba en peligro, el cuerpo se estaba
debilitando y la bendición y el testimonio se hallaban comprometidos.
Para
nosotros la situación es, afortunadamente, muy distinta, pero... hay que estar
alerta. Tenemos diferentes perspectivas sobre las cuestiones sociopolíticas; o
sobre la economía de la iglesia; o
sobre liturgia, culto, cantos; o sobre el trabajo en la iglesia; o sobre cómo
debe ejercerse el liderazgo en la iglesia; y como hemos dicho al principio hay
algunas alertas de desánimo que deberíamos tener en cuenta. Estas cosas, que de
por si no son malas, pueden dar lugar a la pérdida de la comunión.
La mejor
manera de estar alerta es haciendo un doble examen; individual, desde la
autorresponsabilidad, y colectivo, desde la corresponsabilidad. Hay que
analizar si somos o no comprensivos, respetuosos, transparentes, directos,
animosos y motivadores. Aunque el riesgo nos pueda parecer lejano,
generalmente, en temas espirituales, los pasos atrás son más rápidos que los
pasos adelante.
Hay algunas
cosas que podemos hacer si el resultado de este análisis es satisfactorio:
La primera
es pedir perdón (Efesios 4,32). A Dios, y también al otro al que hayamos podido
ofender o molestar: sanar las relaciones.
Lo segundo
es arrepentirse (2ª Pedro 3, 9). Arrepentirse en el auténtico sentido de metanoia:
cambiar de dirección, cuidar las relaciones.
La tercera
cosa, después de recomponer y comprometernos de nuevo con la comunión, sería
animar a los demás, crear comunión, crear nuevas participaciones, nuevos puntos
de vista: Fomentar las relaciones.
La última cosa es estar
comprometidos en encajarlo todo (Romanos 12,1), procurar que cada don, cada
capacidad, se este ejerciendo bien y con el apoyo de todos.Ya hemos
visto que hacer estas cosa tiene recompensas; por un lado la bendición y vida
eterna, y por otro un testimonio potente. Pero hay una cosa más...
Bosque de secuoyas rojas |
Me gustaría
utilizar un ejemplo que puso el pastor Rick Warren en uno de sus recientes
sermones, que es el ejemplo de la secuoya roja. La secuoya roja es la especie
con ejemplares más altos que existen. El ser vivo más alto del planeta es una
secuoya roja de 115 metros. Lo curioso es que las raíces más profundas de estos
árboles sólo llegan a los 4 metros. Es fácil ver que un árbol de estas
características está destinado a caer por el peso, pero no sucede así. Hay
bosques muy antiguos de estas coníferas. El secreto está en que, la secuoya
roja no se presenta aislada, sino en arboledas y, en lugar de profundizar hacia
el suelo, las raíces de la secuoya roja se propagan hacia los lados,
enredándose con las de los árboles cercanos, y crea una malla intrincada de
raíces, donde cada árbol sostiene a otros y es sostenido por otros.
Lo mismo pasa con nuestra vida espiritual. Puede ser muy
elevada, con una oración muy fervorosa, con un gran conocimiento de la Palabra,
pero el primer gran, o no tan gran problema, nos puede hacer zozobrar y caer.
Hay un pasaje que ilustra esta
gran realidad. Lo encontramos en Eclesiastés 4,12: “la cuerda de tres hilos no
se rompe fácilmente”. La comunión nos da seguridad, fortaleza, nos ayuda a
resistir la tensión. Hay tres grandes bondades, muy bíblicas, que la comunión
produce: es buena para nosotros como individuos y como iglesia, es un gran
testimonio y, como acabo de decir, nos da seguridad y fortaleza.
Animémonos,
empujémonos, pues, a cuidar la comunión. Vale la pena. Amén
(*) Sermó pronunciat per Daniel Sánchez Lladó, lector
seglar de l’Església de Crist, de Sabadell, el diumenge 11 d’agost de 2013, tot
comentant la lectura de la Primera Carta als Coristins (capítol 12, versicles
12 al 26) de l’apòstol Pau.
L’Església de Crist va ser fundada a Sabadell l’any
1903 i és una parroquia de L’Església Espanyola Reformada Episcopal, que al seu
torn forma part de la Comunió Anglicana.
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